El iniciar cualquier proyecto que involucre el uso de recursos como tiempo y dinero involucra un gran miedo: ¿cómo puedo minimizar el riesgo?
Cuando queremos comenzar una nueva compañía, un nuevo producto, un start-up, o desarrollar cualquier idea, muchas veces nos topamos con la realidad de un enorme riesgo de perder cientos de miles o incluso millones de pesos de tu bolsillo, inversionistas, o similar. El dinero no sale de los árboles, y que nadie te lo regala.
Eso era cierto, hasta que llegó el crowdfunding.
El modelo de crowdfunding, del cual hablamos a profundidad aquí, aparece de muchas maneras, pero como su nombre en inglés lo indica, el concepto central involucra el conseguir fondos de los consumidores ya sea antes o después de presentar el producto (más de esto adelante). Hay varios lentes por los cuales esto puede verse: el positivo, donde tú ofreces algo, y el mercado decide si lo quiere o no; y el menos positivo, donde vendes un producto antes de siquiera terminalo.
La película basada en la serie Veronica Mars fue una de las primeras en hacer buen uso del crowdsourcing a través de Kickstarter. Tras ser cancelada con tres temporadas, y dejar a una gran base de fans con sed de más, los productores buscaron juntar un par de millones de dólares para hacer una película que ofrecería un final más digno para los personajes de la serie. Esto funcionó de una forma espectacular, la película se hizo a tiempo, los fondeadores recibieron sus premios, y todos ganaron.
Pero hay un lado oscuro de que no exista un riesgo. Si un creador hace una campaña de crowdsourcing exitosa, la cual incluso podría resultar en mucho más inversión de lo esperado, esto se presta para perder el foco. Muchas campañas han conseguido su inversión, pero se han ido por el camino del mal: productos que nunca se terminan, ambiciones que llevan al fracaso, o incluso la misteriosa desaparición del proyecto e incluso el dinero.
Esto ha causado que campañas de Kickstarter, donde el consumidor da el dinero para producir el producto, se desvirtúen. El mercado ya no tiene tanta confianza en este modelo, y eso ha afectado a creadores que quizás merecían esa oportunidad.
Existe otra forma de hacer crowdsourcing que podría ser considerada más “noble”: Patreon. Con este modelo, uno también come y paga las cuentas con el dinero del mercado, pero lo hace con más paz mental, ya que es imposible “robar”. Con Patreon, uno se hace de una lista de ‘patrones’ (imagínate los mecenas), quienes se suscriben, y solo pagan lo que ellos decidan, y solamente cuando tú liberas contenido. Este contenido puede ser lo que sea: episodios de un podcast, piezas de arte, reseñas, videos, lo que sea que quieras ofrecer.
Claro que Patreon sólo funciona para productos ‘serializados’, y no para proyectos con un único momento de venta, pero esto genera un modelo que evita que los patrones se sientan robados, e incentiva al creador a seguir ofreciendo contenido; todos ganan.
Depende del producto, naturalmente. Si se necesitan fondos para desarrollar un producto completo como una película o un videojuego, naturalmente la campaña debe llevarse a cabo en momentos de pre-producción. Si el contenido es serializado, entonces debemos optar por Patreon, pero únicamente cuando ya exista una base de fans.
Al final del día, cualquier creador de contenido debe aceptar el hecho de que al inicio todo deberá ser “por el amor al arte”, y no presentar su renuncia de la chamba Godínez.
Ni Patreon ni Kickstarter son formas de conseguir dinero gratis, sino maneras de apoyar a los artistas, o para desarrollar un proyecto en caso de Kickstarter, o para que puedan seguir creando en caso de Patreon. Si uno no está dispuesto a trabajar en su contenido sin recibir nada a cambio, por lo menos al principio, quizás debería reconsiderar su proyecto y objetivos.
Y tú, ¿tienes experiencias con crowdfunding? ¡Platícanos en los comments!